lunes, 6 de abril de 2009

Artículo de Opinión / Prensa V / 6-04-009



Marco Enriquez-Ominami es de esos políticos que no dan palos de ciego, que tiran veneno de frente, que tienen buena presencia, que tienen “ese qué se yo”, y que se tropiezan con la misma piedra que tiran.


Quedó claro en una entrevista realizada en la Universidad de las Américas, frente a un periodista que refleja, en parte, al periodismo de hoy. Un entrevistador pauteado, patudo, que lo trató de “tú” (seguramente le faltó invitarle una cerveza después de la entrevista), que no siguió la dinámica de la entrevista. Y un político de esos que, a veces escasean, y a veces dan ganas de votar nulo.


En algunos aspectos, Enriquez-Ominami marca cierta diferencia respecto de los honorables a los que la ciudadanía electoral les entrega el voto. Es jóven; parece tener ideas claras; tiene las agallas para hablar de políticos ambidiestros (que “se suben al caballo por la izquierda y se bajan por la derecha”); está en contra de Hidroaysén, a favor del desarrollo de la energía nuclear en Chile y del matrimonio entre homosexuales, entre otras propuestas políticas que tiene este socialista de 35 años y que, abiertamente, dice ganar 10 millones de pesos mensuales.


“Pero tengo algo contra ti” dice una parte del Apocalípsis. Y es que Marco Enríquez-Ominami peca de inconsecuencia, al igual que todos los políticos. Y da igual si lo confiesa o no. Si él está en desacuerdo con que los hijos de políticos estudien en colegios privados, y es legislador, ¿por qué no lleva un proyecto a Valparaíso sobre eso, si por eso lo eligió el electorado? O en última instancia, ¿No le daría más credibilidad el hecho de predicar con el ejemplo y ser el único parlamentario en tener a sus hijos en colegios fiscales?


Seguramente si los diputados, senadores, ministros o la misma Presidenta tuvieran a sus hijos en colegios públicos, sabrían como “avanza” la educación. Si se atendieran en hospitales, postas o consultorios sabrían como está la salud en Chile. Si no anduvieran en autos, cuyos tanques de combustible son pagados por los 17 millones de chilenos, sabrían cuán defectuoso sigue siendo el Transantiago y harían algo al respecto (que no sea subirse los bonos de bencina).


En cierto sentido, eso es lo que le falta a este país para crecer: tener autoridades que se pongan los mismos zapatos que se pone el resto de los mortales.


Señor Enriquez Ominami: Del dicho al hecho hay mucho trecho. Es muy loable que mire críticamente al resto de los políticos. Es muy valioso que pida disculpas a los radicales por los insultos de Escalona a Gómez. Es muy interesante que hayan concertacionalistas que reconozcan que han votado por la Derecha en el Congreso, pero sus palabras me llegan como escupos para gente muerta de sed.


Como usted dijo, es necesario que “el Estado asuma protagonismo en ciertas materias”. Pero también es necesario que nuestros políticos dejen de cantar esa canción de Los Prisioneros que dice “nunca quedas mal con nadie”.

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Patricia Duarte dijo...

uffff claro, directo...al hueso como diría yo...bien. Sería bueno que los políticos pudieran leer sitios así para entender que no somos gente tan tonta como nos quieren hacer creer.